La autopercepción dentro de los metaversos
La idea de metaverso, o de mundos virtuales que actualmente está en tendencia nos está llevando a reflexionar sobre cómo estas nuevas tecnologías impactarán en nuestro relacionamiento, y cómo podríamos aprovecharlas para generar nuevas y mejores interacciones entre nosotros. Después de todo, es una nueva forma de habitar el mundo la que se está desarrollando, y en esa medida, surgirán nuevas formas de entendernos cómo seres humanos. Estas reflexiones ya se han venido dando; actualmente existen numerosos estudios sobre las maneras en las que hemos apropiados estas nuevas herramientas, sobre todo en plataformas como Second life que llevan bastante tiempo experimentando con la creación de interacciones dentro de universos virtuales.
Estos estudios han evidenciado la importancia de los avatares, o aquellos elementos que nos permitan algún grado de autopercepción, dentro de la experiencia de interactuar con un mundo virtual. Estos, más allá de ser una representación nuestra en un mundo virtual, son elementos que nos permiten habitar y dar proporción a nuestra experiencia en ese mundo. Así como en la realidad, la experiencia de habitar un mundo virtual está mediada por las fronteras que delimitan el espacio, y al mismo tiempo, nuestros sentidos. En esa medida, lo que podemos llamar un “lugar” en el espacio virtual, también tiene que ver con cómo nos percibimos a nosotros mismos allí, con las fronteras que esté tiene, y las que nosotros también creamos. Los avatares son importantes en esa experiencia pues son los que nos permiten percibir y dimensionar las fronteras en un universo que parece no tenerlas. El hecho de construir un lugar también hace parte de esa noción de habitarlo. En este punto, son de gran importancia los assets digitales o aquellos elementos que permiten personalizar los espacios virtuales. Su valor radica en que nos dan una sensación de crear “lugar”, esta sensación de crear nuestro propio hábitat está directamente ligada a nuestra experiencia de habitar en el mundo real. No habitamos porque construimos, sino que construimos porque habitamos.
Los avatares también nos permiten extrapolar nuestra experiencia real, a una experiencia digital, en la cual también buscamos encontrar maneras ideales de existir. Por esto, toda arquitectura digital debe pensar en la experiencia fundamental del ser humano, la cual se relaciona con los procesos de construcción de lugar. Dentro del metaverso, también se deben generar relaciones que rememoren esas imágenes fundamentales que hacen parte de nuestro habitar en el mundo. Una casa en el metaverso, por ejemplo, debe poseer aquellas imágenes poéticas y arquetípicas que nos dan un sentido de hogar, como es la idea de un espacio iluminado por el fuego (o por otro elemento, dependiendo la configuración o el contexto) que nos reúne en torno a un centro, o la idea misma de descanso o espacio privado, representada en la cama. Estos espacios, deben acoplarse a la escala propia del avatar y generar sensaciones a través de la imagen, pues es allí en donde la virtualidad resalta más.
Todas las configuraciones que se hagan dentro del metaverso deben rememorar la experiencia de “ser” humano, pues esta no va a desaparecer. Como menciona Bjarle Liboriussen, “los mundos virtuales deben llamar no solo a la fascinación con lo nuevo y lo disruptivo, sino también a una fascinación con lo viejo”, es decir con aquellos elementos arquetípicos que todos compartimos como seres humanos, y que son transversales a cualquier medio o circunstancia en la que podamos estar. Los avatares son, entonces, los elementos que nos permitirán experimentar estas experiencias y habitar estos nuevos mundos. Estos tienen que trascender de la idea de que solo sirven para navegar el espacio, pues son mucho más que eso; y en tanto entendamos las diferentes posibilidades que pueden ofrecer, la experiencia inmersiva de habitar los mundos virtuales será cada vez más rica.
Daniel Medina